Las interpretaciones y conclusiones de la 26ª Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático de 2021 (COP26) celebrada en Glasgow son de lo más diversas. Aunque esta pregunta es la más obvia, parece que se basa en un error de interpretación fundamental. El Acuerdo de París, firmado en 2015, recibió muchos aplausos porque logró un acuerdo entre casi todos los países, tras años de no encontrar un terreno común. Sin embargo, el precio de lograr ese punto de encuentro fue la eliminación de cualquier compromiso jurídicamente vinculante.
Teniendo esto en cuenta, todas las reuniones sobre el clima, tanto las recientes como las venideras, representan principalmente una cosa: la imagen reflejada de lo que se ha vuelto políticamente factible y aceptable, la imagen de los saltos que han dado la innovación empresarial y la presión de la sociedad para ofrecer y exigir soluciones al desafío del cambio climático. Por tanto, la reunión de Glasgow nunca podría haber estado a la altura de las expectativas de producir un cambio significativo en la trayectoria del calentamiento global del mundo, lo que podría consolar a los pesimistas.
Las negociaciones se centraron, por una parte, en el metano, ya que el seguimiento por satélite ofrece mucha más transparencia en cuanto a estas emisiones. También estuvieron enfocadas en el carbón, porque la combinación de energías limpias cada vez más competitivas en cuanto a costes y el mayor escrutinio por parte de los inversores aumenta la presión sobre su uso. Para el carbón, los últimos meses son un repunte cíclico, un movimiento al alza, dentro de una tendencia estructural a la baja que no ha cambiado.
Los encuentros sobre el cambio climático parecen haberse convertido en conferencias más orientadas a los negocios, donde el intercambio de conocimientos sobre las soluciones ha cobrado fuerza. Esto acelera la transición hacia las emisiones netas cero simplemente por medio del intercambio de conocimientos, algo que puede reconfortar a los optimistas.
Para los inversores, se trata de comprender los riesgos y las oportunidades de la transición, así como los riesgos físicos que el cambio climático conlleva para la economía y para sus carteras de inversión. La reunión de Glasgow ha cambiado poco nuestra valoración general. El mundo se ha embarcado en un gran cambio hacia las emisiones netas cero. En contra de la narrativa predominante, la economía o los costes no son el cuello de botella. Las energías limpias y los enchufes han superado el punto de inflexión porque son competitivos en cuanto a costes.
Norbert Rücker, director de economía e investigación de Next Generation en Julius Baer
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