Ante los últimos comentarios en relación a una eventual subida de tipos del BCE en julio, la economista senior de la gestora de fondos Federated Hermes, Silvia Dall’Angelo, evalúa la situación y advierte del riesgo de que la esperada normalización de la política monetaria muera antes de empezar.
Silvia Dall’Angelo, senior economist de Federated Hermes.- Una semana después de la última reunión del BCE, una serie de directivos del BCE -muchos de ellos hablando al margen de las reuniones de primavera en Washington- alimentaron las expectativas de un despegue en julio, es decir, el mismo mes en que el BCE espera poner fin a las compras netas de QE. El vicepresidente Guindos, el gobernador belga Wunch, el alemán Nagel y el letón Kazaks han sugerido que esperan que el ciclo de subidas del BCE comience en julio, siempre que las próximas previsiones de junio y la evolución de los datos lo respalden. El belga Wunch llegó a afirmar que el BCE podría situar sus tipos de interés por encima de cero antes de finales de año, lo que ha llevado a los mercados de tipos a prever tres subidas de 25 puntos básicos por parte del BCE este año.
Tras 8 años de tipos negativos y 7 años de compras de activos, parece que ha llegado el momento de que el BCE abandone el territorio de la política no convencional. Hay indicios de que la inflación está en camino de converger hacia el objetivo a medio plazo, lo que refleja las constantes mejoras del mercado laboral, que ahora parece más ajustado que nunca. Además, los responsables de la política monetaria ven ahora riesgos al alza para las perspectivas de inflación, ya que una inflación elevada, debida principalmente a perturbaciones externas, podría arraigar a través de las expectativas y los salarios. La reciente debilidad del euro también se suma a los riesgos al alza de la inflación e implica que un tipo de interés de depósito negativo podría dejar de ser necesario. Dicho esto, los riesgos a la baja para las perspectivas de crecimiento derivados del conflicto en Ucrania son pronunciados: una nueva escalada que provoque la interrupción del suministro de gas y el racionamiento de la energía puede llevar a la región a una recesión. Por lo tanto, existe el riesgo de que las próximas etapas del proceso de normalización, tan esperadas, terminen malogradas.
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