OBS Business School publica el informe Logística mundial: Importaciones & Exportaciones dirigido por Pepe Baena, director del Máster de Dirección de la Producción y Automatismo Industrial de la escuela. Se trata de un análisis sobre la evolución del transporte de mercancías en la UE, a nivel mundial y por sectores, y también del índice de gestores de compras PMI.
En 2022 han aumentado en la Unión Europea un 23% las importaciones y un 13% las exportaciones con respecto al año anterior. Este comportamiento ha sido similar en el resto del mundo, con una caída y una recuperación rápidas que demuestran la volatilidad del comercio mundial que ya se venía observando desde la crisis del 2009. El ranking de los mayores importadores no ha sufrido variaciones y son Estados Unidos, China, Alemania, Japón y Reino Unido los que lo encabezan. En cuanto al ranking de exportadores, China, Estados Unidos, Alemania, Holanda y Japón presentan los mayores movimientos. Sin embargo, sí se aprecia un aumento en el número de operaciones, lo que confirma la recuperación del comercio internacional. El volumen mundial del comercio de mercancías tuvo en 2022 periodos en máximos históricos del 7,4% por encima de su pico prepandémico. Este incremento supuso mayor presión para las cadenas de suministro, que se vieron ralentizadas.
Las previsiones económicas para este año apuntan a un debilitamiento del comercio y del PIB. A las perturbaciones económicas provocadas por el Covid se suman las causadas por la guerra en Ucrania y las consiguientes sanciones económicas a Rusia. Ello afecta gravemente a los mercados mundiales con un aumento de los precios del petróleo, el gas y determinados productos agrícolas, lo que intensifica las presiones inflacionistas llegando a amenazar la seguridad alimentaria en algunas economías en desarrollo.
La incertidumbre en el comercio internacional afecta a algunos sectores de forma más significativa que a otros. Por ejemplo, el volumen estimado de comercio mundial de trigo ha caído casi un 20% tras el inicio del conflicto entre Rusia y Ucrania, lo que ha provocado un aumento del precio. Y a ello han respondido algunos países reduciendo su consumo y las importaciones. También se ha visto afectado el mercado de los metales que se producen en Rusia, aluminio, níquel, paladio, potasio y vanadio, y que son indispensables para las cadenas de suministro de la producción manufacturera moderna. Su escasez y la consiguiente subida de su precio está perturbando muchas aplicaciones industriales y está afectando gravemente a la transición verde.
Rusia es el tercer productor mundial de aluminio, un mineral utilizado en algunas piezas para vehículos eléctricos, en aviones, en la construcción, en las líneas de transmisión de electricidad y en el ámbito de la energía fotovoltaica solar. También en el campo de la alimentación para la elaboración de los envases de bebidas. Turquía importa de Rusia el 35% de su aluminio, y Japón, Polonia y China importan de este país más del 10%. El aluminio ruso es menos intensivo en CO2 que las alternativas china, india y de los países del Golfo porque su fundiciones funcionan en gran parte con energía hidroeléctrica.
El níquel ruso supone el 11% de la producción mundial y el 15% de las exportaciones de este metal que se utiliza para hacer acero inoxidable, imanes, aleaciones para construcción, transporte, equipos médicos, dispositivos electrónicos y para la generación de energía, así como en los materiales catódicos para baterías de vehículos eléctricos. Rusia es uno de los principales proveedores de este mineral a Finlandia, con una cuota de importación del 84%, y a los Países Bajos, Ucrania y China con cuotas de importación del 34%, 23% y 13% respectivamente.
El paladio, por su parte, es necesario en joyería, odontología, convertidores catalíticos, condensadores que almacenan energía en dispositivos electrónicos y en catalizadores para reducir las emisiones contaminantes. Rusia representa el 43% de su producción mundial y el 21% de las exportaciones. Sus principales clientes son Japón (43%), Estados Unidos (37%), Reino Unido (30,5%), China (28,5%), Italia (26%), Alemania (21%) y Corea (20%).
Rusia y Bielorrusia concentran el 35% de la producción mundial de potasio y el 34% de las exportaciones. La Unión Europea adquiere en estos países hasta el 51% del mineral que necesita, pero con dependencias muy elevadas de algunos países como Estonia, que les compra el 94,3%. Otros de sus grandes compradores son China (40%), Nigeria (84%), Sri Lanka (50%), Senegal (49%) y Brasil (27,4%). El potasio es vital como nutriente para plantas y cultivos porque posee propiedades que mejoran la calidad de las frutas y hortalizas, el arroz, el trigo y otros cereales, azúcar, maíz, soja, aceite de palma y algodón.
El vanadio es un mineral que mejora la estabilidad y la resistencia a la corrosión de las aleaciones de acero para aplicaciones en vehículos espaciales, reactores nucleares y aviones. Algunas aleaciones de este mineral se utilizan en imanes superconductores y además las baterías de flujo de vanadio redox sirven para el almacenamiento de energía renovable. También se está investigando su uso en baterías de vehículos eléctricos. Rusia es uno de los cuatro principales exportadores de óxidos de vanadio, junto a Sudáfrica, Brasil y China. Tiene el 21% de la producción mundial y el 25% de las exportaciones. La República Checa es el país más dependiente de Rusia (les compra un 88% de los óxidos de vanadio que necesita), pero también China (31%) e India (21%).
¿Cuáles son las perspectivas?
Además del papel dominante de Rusia como proveedor mundial de estas materias primas críticas para la transición verde, un cambio hacia fuentes alternativas puede complicarse aún más debido a las restricciones a la exportación impuestas por otros grandes proveedores. Por ejemplo, Sudáfrica y China, los principales proveedores alternativos de óxidos de vanadio, que aplican licencias no automáticas a sus exportaciones. O Bielorrusia, segundo exportador mundial de potasa, que aplica impuestos a la exportación, al igual que China al aluminio y el níquel. O Filipinas, gran productor de níquel, que aplica licencias no automáticas e Indonesia, que impone una prohibición total de las exportaciones. A ello se suma que el impuesto a la exportación y la rebaja incompleta del IVA, combinados, gravan las exportaciones con un 25-30%. Y por otro lado, el transporte de estas materias primas se está viendo afectado por importantes interrupciones ya que depende del ferrocarril y los portacontenedores.
Las restricciones a las de materias primas rusas se han establecido por importantes objetivos políticos, pero lo cierto es que pueden tener efectos distorsionadores en los mercados internacionales al reducir la oferta mundial y aumentar los precios, al tiempo que crean incertidumbre para los importadores. El informe de OBS recomienda evitar las restricciones a la exportación y garantizar el buen funcionamiento de las cadenas internacionales de suministro de materias primas esenciales críticas. Y el G7 se comprometió a seguir trabajando en este sentido y mantener una coordinación estratégica para identificar, supervisar y minimizar las vulnerabilidades y los cuellos de botella logísticos frente a los choques externos y los riesgos más amplios. Riesgos que también pueden verse agravados por la falta de transparencia en las cadenas de suministro de minerales y los problemas de gobierno en los países productores y procesadores.
“Disciplinar las restricciones a la exportación mediante herramientas de política comercial existentes y nuevos compromisos a nivel multilateral, regional o bilateral puede garantizar que las políticas de orientación interna de algunos países no perjudiquen el acceso equitativo a las materias primas esenciales”, opina Pepe Baena. Y concluye: “Evitar las restricciones comerciales y reducir el coste de las barreras técnicas al comercio de materias primas críticas es un paso importante”.
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