Los italianos tienen una nueva cita con las urnas este domingo, 25 de septiembre. La coalición de centro-derecha liderada por los Fratelli d’Italia de Georgia Meloni, parece que obtendrá la mayoría parlamentaria, según las encuestas. Este previsible resultado preocupa a los mercados e inversores, que temen que algunos de los partidos populistas de esta coalición, contrarios a la UE, entren en desacuerdos con otros Estados miembros. Además, también preocupa que el nuevo Gobierno rehúya algunas de las reformas necesarias para garantizar que Italia obtenga acceso a unos 200.000 millones de euros de fondos de la UE de su Mecanismo de Recuperación y Resiliencia.
¿Qué opinan los expertos?
Alvise Lennkh-Yunus, director de análisis de Scope Ratings y Giulia Branz, analista senior, de Scope Ratings
Cualquier nuevo Gobierno en Italia tendrá poco margen para hacer retroceder las reformas o aplicar políticas económicas «poco ortodoxas» debido a las limitaciones políticas y del mercado.
La coalición de centro-derecha liderada por los Fratelli d’Italia de Georgia Meloni, la Liga de Matteo Salvini y Forza Italia de Silvio Berlusconi parece que obtendrá la mayoría parlamentaria en las elecciones del 25 de septiembre.
Encuestas de opinión sobre las elecciones generales de 2022 en Italia*. % de apoyo de los votantes
*El próximo parlamento italiano tendrá un número reducido de escaños, 400 para la Cámara Baja y 200 para el Senado. El sistema de voto mixto asigna el 37% de los escaños por el sistema de mayoría de votos y el 63% por el sistema proporcional. En las circunscripciones de mayoría relativa, el sistema de votación favorece mucho a los partidos capaces de formar coaliciones, lo que beneficia a la derecha política.
Centro-derecha: FdI (Fratelli d’Italia), Lega, FI (Forza Italia), NM (Noi Moderati); Centro izquierda: PD (Partito Democratico), Otros de centro-izquierda son: Alleanza Verdi e Sinistra, + Europa, Impegno Civico; Terzo polo: Azione, Italia Viva.
Fuente: Encuesta de encuestas de BiDiMedia
Existe la preocupación de que un nuevo Gobierno pueda rehuir algunas de las reformas necesarias para garantizar que Italia obtenga acceso a unos 200.000 millones de euros (199.000 millones de dólares) de fondos de la UE de su Mecanismo de Recuperación y Resiliencia posterior a la crisis. Sin embargo, creemos que las limitaciones a las que se enfrenta cualquier Gobierno italiano una vez en el poder reducirán significativamente su margen de maniobra y, por lo tanto, determinarán en última instancia un estrecho conjunto de opciones de política económica.
El manifiesto de la alianza derechista prometía fuertes recortes fiscales, jubilaciones anticipadas y amnistías para resolver los litigios fiscales en curso, que parecen difíciles de aplicar en un país cuya deuda pública se sitúa en el 147% del PIB este año. No es factible que una coalición de extrema derecha sea capaz de aplicar su programa político durante varios años, incluso aunque los partidos obtengan una mayoría parlamentaria, pues hay que tener en cuenta las importantes diferencias políticas en muchas áreas y la rivalidad entre sus líderes.
Por tanto, los riesgos de que Italia posponga o incluso revierta las reformas y la política fiscal prudente en los próximos 12 a 18 meses son gestionables. Así pues, pensamos que Italia se mantendrá en su camino de reformas, lo que respaldará su rating actual en «BBB+» con perspectiva «estable».
En este escenario, es probable que la deuda pública italiana se mantenga en torno al 145%-150% del PIB durante los próximos años, lo que se traducirá en unas necesidades brutas de financiación de alrededor del 25%-30% del PIB.
Con el rendimiento del BTP a 10 años ya en torno al 4%, esto implica un espacio fiscal muy limitado, si es que lo hay, para el próximo Gobierno de Italia, dadas las débiles perspectivas de crecimiento a medio plazo del país.
Hannah Piper, gestora de Schroders
No vemos las próximas elecciones de Italia como una preocupación relevante. La historia muestra que el Gobierno italiano permanece de media en el poder menos de dos años, como ha ocurrido desde la Segunda Guerra Mundial. Por lo tanto, el abrupto final del Gobierno de Mario Draghi y la posibilidad de un Gobierno más conservador, simplemente acaba de anticiparse un semestre.
La soberanía real y la capacidad de acción de cualquier Gobierno están bastante limitadas por las funciones de supervisión del BCE y de la CE, y el diferencial del BTP (el mejor indicador del factor de incertidumbre de los inversores en torno a la política italiana), ya está valorando el resultado más probable: un Gobierno de derechas, con un apoyo inferior al máximo registrado en 2018, cuando Italia tuvo una coalición de gobierno antieuropeísta (Lega Nord y Movimento 5 Stelle).
Además, sigue existiendo un mecanismo del BCE, el Instrumento para la Protección de la Transmisión (TPI, por sus siglas en inglés) que debería proporcionar una protección de último recurso en caso de que el BTP sea el blanco de los inversores internacionales. Además, a cualquier nuevo Gobierno le convendría seguir cumpliendo con los compromisos acordados con la CE para seguir recibiendo transferencias de la UE (Plan Nacional para la Recuperación).
En resumen, aunque efectivamente estamos entrando en una fase recesiva para los próximos trimestres y la crisis energética pondrá a prueba una vez más a los ciudadanos y empresas italianas (Italia es el segundo mayor importador de gas ruso después de Alemania), cabe destacar que la economía del país está mejor posicionada que al principio del último periodo recesivo (2016-18): el impulso del PIB es más fuerte que el de Alemania o Francia gracias al buen trabajo del Gobierno de Draghi, a las favorables transferencias de fondos de la UE (PNR) y al mecanismo del BCE para mantener bajo control el coste de financiación de Italia.
Por último, el mercado de renta variable de Italia, junto con el de Alemania, suele ser el más cíclico y altamente sensible al punto de inflexión del PIB de la UE. En caso de que el impulso económico de la región se agotara en cualquier momento de 2023, hay que tener en cuenta que la renta variable de Italia es la más barata, la que tiene menos accionistas y la más sensible a que la recesión toque fondo y a la mejora de las perspectivas económicas.
François Raynaud, Gestor de multiactivos & Overlay de Edmond de Rothschild Asset Management
Se espera que una coalición de derechas liderada por Georgia Meloni, líder del único partido de la oposición a Draghi, gane las elecciones en Italia. En contradicción con las posiciones históricas de todo el partido de extrema derecha, la Sra. Meloni ha hecho todo lo posible para moderar su imagen en los últimos años y calmar las preocupaciones cambiando de posición para convertirse en pro occidental (dejando de lado las opiniones pro rusas) y diciendo que renegociará el presupuesto europeo y las normas del plan de recuperación, pero dentro de las normas de los tratados y manteniendo el euro.
Por el momento, esto está funcionando relativamente bien, ya que el diferencial entre el BTP y el Bund se ha ampliado moderadamente, en torno a los 30 puntos básicos: no hay amenaza a corto plazo sobre el euro como en 2018 y las compras de deuda italiana por parte del BCE siguen siendo favorables. No obstante, debería volver la volatilidad en el momento de las negociaciones con Europa, que deberían comenzar en noviembre. Las negociaciones sobre el plan de recuperación podrían retrasar algunos programas de inversión en Italia y las negociaciones sobre el presupuesto deberían ser complicadas, ya que Italia no tiene margen de maniobra sin las transferencias de dinero europeo y que el programa de la coalición de derechas prevé muchas reducciones fiscales y de gasto, pero no indica cómo financiarlas, excepto reclamando nuevos fondos europeos. Por último, pero no por ello menos importante, desviarse de las normas presupuestarias podría impedir el uso de la nueva herramienta antifragmentación del BCE si fuera necesario.
Otros desacuerdos con la postura de Europa deberían suceder: el aborto, el estado de derecho, la independencia de los medios de comunicación… podrían ser puestos en cuestión por el nuevo gobierno como se hace en Hungría por el Sr. Orban y podrían retrasar o incluso impedir la aplicación de las inversiones del dinero europeo. Habrá que ver hasta qué punto el nuevo gobierno es capaz de resistir la presión de los mercados para utilizar el peso económico de Italia para negociar y hasta qué punto Europa aceptaría cierta valoración del riesgo de fragmentación en los mercados para no conceder demasiado y allanar el camino a otros éxitos soberanistas.
Seguimos siendo cautelosos con la deuda italiana, ya que las negociaciones podrían elevar los diferenciales muy por encima de los 250 puntos básicos. Para tener en cuenta, es posible una gran victoria que dé más del 60% de los escaños en el Parlamento a la coalición de derechas y abriría la puerta a cambios constitucionales como un sistema presidencialista con posibilidades de un referéndum más amplio. La posibilidad de que se produzca un debate sobre el euro sigue siendo remota, incluso en este escenario, lo que debería afectar al diferencial de forma marginal.
Mondher Bettaieb-Loriot, Jefe de Bonos Corporativos, Vontobel
En este momento es difícil predecir qué riesgos traerá al país una coalición de este tipo, y depende de si Giorgia Meloni es capaz de formar una mayoría con dos o tres partidos. Últimamente, ha estado en desacuerdo con la Lega de Salvini, que está a favor de un mayor gasto deficitario para contrarrestar el creciente coste de vida. Sin embargo, Giorgia Meloni ha adoptado un tono más constructivo en relación con Europa y un enfoque más prudente respecto al gasto y las normas fiscales. Para las perspectivas económicas de Italia, sería más conveniente una mayoría sólo con Forza Italia.
El sistema electoral italiano ha demostrado que los resultados son inciertos, y no sería sorprendente que surgiera una gran coalición. Si ese fuera el caso, los mercados reaccionarían positivamente, ya que se vería como una continuación de las políticas fiscales de Draghi. En cualquier caso, el nuevo gobierno no tendrá tiempo para completar un nuevo presupuesto para 2023. El presupuesto de 2023 será presentado por Draghi sobre la base de un objetivo de déficit sin cambios para el próximo año. Los diversos paquetes de ayuda proporcionados este año se han pagado con impuestos adicionales a las empresas energéticas. Esto debería continuar y, por lo tanto, no anticiparíamos una mayor debilidad en los rendimientos del gobierno italiano.
En caso de que se produzca una victoria de la coalición de derechas, Giorgia Meloni debería intentar respetar las normas fiscales de la Comisión Europea y, en mi opinión, sólo debería introducir cualquier cambio presupuestario de forma gradual. Por ejemplo, el impuesto único puede costar sólo 13.000 millones de euros en su primer año si se adopta, respetando así las normas fiscales que pretenden mejorar el equilibrio presupuestario en torno al 0,5%.
La actual situación económica y de deuda del país supone un reto para el nuevo gobierno. Sin embargo, independientemente del resultado, la nueva herramienta antifragmentación del BCE, diseñada para reducir los riesgos fiscales a medida que suben los tipos, parece estar limitando el riesgo soberano y creo que el riesgo de impago de los bonos soberanos en Italia o en cualquier país de la periferia es más bien bastante bajo.
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