Mientras se mantuvo en niveles bajos durante los últimos años, la inflación era sobre todo una cuestión de política monetaria y, eventualmente, de política económica. Sin embargo, tras las cotas récord alcanzadas recientemente (6,2 % en el caso de la inflación anual en el EE. UU. en el mes de octubre) está convirtiéndose en un tema candente y puramente político, hasta el punto de que Joe Biden ha declarado que se ha convertido en su «principal prioridad», cuando hasta ahora apenas había hablado de ella.
Si la cuestión ha irrumpido bruscamente en el debate, es sobre todo porque durante mucho tiempo estuvo relegada en el discurso de las autoridades y ya no puede estarlo. Así, el banco central estadounidense no ha dejado de repetir desde comienzos de año que la inflación, que supuestamente era transitoria, no debería ser motivo de preocupación. El mercado lo creyó; de hecho, las expectativas de inflación a largo plazo (swap de inflación) no han superado el 2,7 % este año. No obstante, los datos, que a diferencia de los mercados, no temen a la Fed, apuntan a una inflación elevada y bastante duradera, porque una vez superado el efecto de la comparación con los confinamientos de 2020, y aunque por causas extraordinarias los precios de la energía disminuyeran claramente después del invierno y las dificultades de abastecimiento en las cadenas de producción se reabsorbieran rápidamente, las dinámicas inflacionistas existentes en los salarios y los inmuebles de EE. UU están lanzadas y su inercia es fuerte, toda vez que hay escasez de mano de obra.
El BCE ha seguido la misma línea. Hasta su conferencia de prensa de finales de octubre su presidenta no reconoció por fin la importancia de la cuestión para después seguir abordándola como un suceso sobre el que no había que tomar ninguna medida.
Sin embargo, los hogares han terminado por expresar su preocupación. En EE. UU., los Republicanos han atacado el plan de infraestructuras de Joe Biden (finalmente aprobado), principalmente desde la perspectiva de la inflación inducida en las materias primas, lo que ha obligado al presidente a contraatacar presentando el plan como un instrumento que moderará la inflación gracias a la mayor fluidez que traerá al transporte de mercancías. Un argumento poco convincente, dado que las dificultades del transporte interno apenas tienen incidencia en la inflación actual.
El incendio de la inflación está extendiéndose y es preciso responder enérgicamente, insta Joe Biden, pero ¿qué podría hacer? En primer lugar, presionar a la Fed para que endurezca las condiciones monetarias, pero eso no está en sintonía con el espíritu de las instituciones (lo que no impidió a Trump hacerlo en su momento, en sentido contrario) ni es eficaz (la Fed es independiente), y tampoco beneficia a su plan de reactivación económica y de mayor endeudamiento. También podría reducir los aranceles impuestos por Trump a las importaciones chinas, pero eso sería un gesto amistoso hacia Pekín que no se contempla. Podría reducir su apoyo a los salarios bajos, pero eso significaría desconectarse de su electorado a pocos meses de las elecciones legislativas. Por último, podría ralentizar la transición energética del país y apoyar la producción de petróleo, lo que iría en contra de sus compromisos medioambientales. En pocas palabras: está atrapado.
Al BCE le ocurre tres cuartos de lo mismo: la entidad se ha comprometido a mantener una postura expansiva durante mucho tiempo y debe sostener como sea la deuda italiana, so pena de debilitar el euro.
Por lo tanto, la inflación ha llegado para quedarse y las autoridades tanto políticas como monetarias carecen de extintor. La inflación no se deja controlar fácilmente, ni al alza ni a la baja, ya que la economía no es una mecánica simple. Es más bien un organismo dotado de sus propias dinámicas sobre el que no se puede actuar con un simple giro del grifo monetario. En resumidas cuentas, un organismo político en su sentido pleno, y no solo una cuestión de política monetaria.
Olivier de Berranger, director de gestión de activos en La Financière de l’Echiquier
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