La combinación de una inflación persistentemente alta, políticas agresivas por parte de los bancos centrales y un tensionamiento de las condiciones financieras está generando debilidad tanto en los mercados como en las previsiones de crecimiento global. Aunque las valoraciones en muchos sectores son atractivas después de la venta masiva de este año, estamos actuando con precaución dada la incertidumbre y el alto riesgo de recesión.
La persistencia de la inflación está revelándose como un fenómeno de escala global. Los países del mundo desarrollado están experimentando máximos en varias décadas en sus índices de inflación que superan con mucho los objetivos de sus respectivos bancos centrales. En EE. UU., los catalizadores de la alta inflación se han propagado más allá de los sectores afectados por la COVID, llegando incluso a acelerar en algunas áreas. Tal circunstancia respalda nuestra visión de que los mercados están infravalorando el tiempo que la inflación podría tardar en normalizarse. El Reino Unido está enfrentándose a máximos en 40 años en sus índices de inflación, que se sitúa por encima del 9% y aumenta el coste de la vida en los hogares. El resto de la zona euro experimenta tendencias similares
de avance imparable de la inflación y aumento de la presión salarial como consecuencia del incremento de los costes y las bajas tasas de desempleo. La guerra entre Rusia y Ucrania también ha impulsado al alza los precios de la energía.
Los bancos centrales responden de forma agresiva a las presiones inflacionarias. En mayo, la Reserva Federal de EE. UU. subió los tipos 50 puntos básicos (pb) para, posteriormente, volver a hacerlo en otros 75 en junio y poner en marcha uno de los ciclos de subida más agresivo desde 1994. Las expectativas de aumento de la inflación suscitaron entre los responsables de la Fed preocupación por el hecho de que los altos niveles pudieran afianzarse, consideración que contribuyó a la enorme subida de junio. El resto de bancos centrales de mercados desarrollados ya han comenzado a poner en marcha ciclos de subidas o indicado su intención de hacerlo con el fin de combatir el rápido aumento en la subida de precios. Nuestra previsión es que, dada su obsesión por la inflación, la Fed continuará con su ciclo de subidas pese a que las preocupaciones en relación con una ralentización del crecimiento global van en aumento.
La economía estadounidense muestra signos de debilidad en el impulso de crecimiento. Durante el primer trimestre, el producto interior bruto (PIB) se contrajo a una tasa anualizada del 1,6% debido a que un notable déficit comercial frenó el crecimiento[1]. Pese a ello, los altos costes de la energía y los alimentos han afectado negativamente a la confianza de los consumidores. Mientras que los indicadores del sector manufacturero señalan un debilitamiento de la actividad empresarial, el fuerte aumento de los tipos hipotecarios ha enfriado los mercados inmobiliarios. En este contexto, los fundamentales económicos siguen siendo sólidos, pero el impulso se ralentiza y es probable que el tensionamiento de las políticas monetarias debilite la demanda.
Europa y China se enfrentan a desafíos importantes. Una de las mayores amenazas para la economía de la zona euro es la creciente crisis energética y la posibilidad de un corte total de los suministros de gas ruso hacia la región. Aunque las estimaciones sobre el impacto potencial varían, es probable que sus efectos sean muy notables. En el Reino Unido, la pérdida de confianza de los consumidores, en un contexto en el que los precios de la energía se disparan y los problemas relacionados con el Brexit continúan, deja a la economía en una situación de fragilidad similar. En China, la política de cero COVID del gobierno ha dado como resultado confinamientos graduales que han afectado negativamente a la economía. La reducción de las exportaciones, el aumento del desempleo y la caída en la confianza de los consumidores ponen de relieve en todos los casos los desafíos de crecimiento a los que se enfrenta la segunda potencia económica del planeta.
Dado el contexto de incertidumbre generalizada, es probable que la volatilidad siga siendo elevada en los mercados. Los tipos de interés han subido a nivel global, siendo especialmente notables los incrementos en la volatilidad intradía e intramensual. Por ejemplo, mientras que el rendimiento sobre el bono de referencia estadounidense a 10 años se amplió en 17 pb en junio, dicha variación mensual enmascaró en realidad periodos de cotización marcados por la inestabilidad. De hecho, el rendimiento a 10 años se incrementó en 60 pb durante las dos primeras semanas de junio para, posteriormente, retroceder 45 durante el resto del mes.
Los activos de riesgo –desde la renta variable hasta el crédito–también han cotizado a la baja como consecuencia de que la evolución de expectativas sobre las políticas monetarias de los bancos centrales, así como la preocupación por el crecimiento, han debilitado la confianza de los inversores. Aunque preferimos actuar con precaución y asumir riesgos de forma selectiva, somos conscientes de que el reciente abaratamiento en las valoraciones de mercado de diferentes sectores sigue planteando oportunidades idiosincráticas.
Equipo de análisis de renta fija de Capital Group
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