Las Instituciones religiosas, tanto los institutos religiosos como las diócesis, las fundaciones o los movimientos eclesiásticos son instrumentos esenciales de la Iglesia en su labor evangelizadora y misionera. Tienen una Misión que cumplir. Y su labor debe ser sostenible en el tiempo.
Pensar en el hoy y en el mañana implica crear capacidades materiales de afrontar los costes de La Misión de manera continuada, lo que irremediablemente lleva al concepto de Inversión. Invertir para poder atender a los compromisos presentes y futuros.
Sin embargo, invertir bien nunca ha sido tan indispensable como ahora. La propia naturaleza de la inversión está cambiando. Ya no es únicamente un medio para lograr una rentabilidad, la inversión es también una forma de cambiar el mundo y de trasmitir una forma de ser y de actuar, déjenme que lo llame “predicar con el ejemplo”, sin duda la mejor manera de predicar.
La inversión de impacto busca aunar la rentabilidad justa y acorde al riesgo asumido con el impacto en alguno de los Objetivos de Desarrollo Sostenibles de la ONU, que básicamente trabajan sobre lo que los católicos llamamos Doctrina Social de la Iglesia.
Sin duda podemos decir que la inversión de impacto y la inversión en clave católica van de la mano. El hombre y la dignidad humana, el bien común, la solidaridad, la justicia social, el cuidado de la casa común, la inclusión de los más vulnerables, la ecología integral, están en los cimientos de ambos.
La inversión de impacto se guía por una visión y una misión que buscan responder a los diferentes retos sociales y medioambientales a los que se enfrenta la sociedad, buscando e impulsando de manera proactiva prácticas justas, inclusivas y medioambientalmente racionales. Ah, y que no se me olvide: midiendo estos impactos de manera objetiva.
Estas estrategias positivas y proactivas de inversión de impacto social y medioambiental siempre se han considerado parte de los compromisos basados en la fe, elegidos porque su objetivo específico es contribuir a la promoción del bien común universal o el cuidado de la creación.
Este tipo de inversión se separa, por lo tanto, de las clásicas inversiones de filtro católico basadas en “no hacer el mal” o “evitar el daño” para impulsar y hacer avanzar proyectos que se alineen especialmente con la fe.
Todos aquellos que supervisamos los bienes de la Iglesia y sus inversiones, los responsables de las instituciones, organizaciones y los inversores católicos disponen ahora de un nuevo documento desarrollado por la Academia Pontificia de Ciencias Sociales, denominado “Mesuran Bonam” (“una buena medida”-para los que andan flojillos en latín-) que sin duda es el impulso y el apoyo definitivo de la Iglesia a la inversión de impacto. Y me agrada informar que en España contamos con una oferta atractiva y de alta calidad de este tipo de inversiones que ya están presentes en muchas de las carteras de inversión de muchas instituciones religiosas de nuestro país. Sigamos apostando por ello sin miedo y ahora sin excusas.
Sobre Pablo Martínez Arrarás
Pablo Martínez Arrarás es socio fundador del Grupo iCapital en el año 2006. Desde entonces, junto con Miguel Angel Garcia Brito y Oscar Juesas, ha sido máximo responsable ejecutivo de la firma. Es miembro de varios consejos económicos de diferentes instituciones religiosas, está presente en los consejos de administración de grupos familiares y también dedica tiempo a impartir formación específica sobre modelos de gobierno e inversión de impacto. Cuenta con un MBA por el Instituto de Empresa y PDD superior del GBPE, con estudios de CC Empresariales y es licenciado en Geografía e Historia.
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