La cadena de suministro y las preocupaciones geopolíticas han hecho que la inflación en EE.UU. alcance su nivel más alto desde la década de 1980, impulsando también la incertidumbre macroeconómica. Y es probable que la evolución de las presiones sobre los precios haga que los inversores tengan en cuenta una amplia gama de posibles situaciones a corto plazo.
Cambio climático y desigualdad económica
En nuestra opinión, hay dos temas que afectan a los factores «A» y «S» que ensombrecen las perspectivas actuales y un entorno inflacionista que dificulta aún más la posibilidad de que los inversores obtengan una rentabilidad sostenible a largo plazo. Se trata del cambio climático y la desigualdad económica, ambos de carácter sistémico y que, por tanto, no pueden cubrirse ni diversificarse. El cambio climático ha provocado una actuación masiva para la transición a una economía de emisiones netas cero, lo que requiere cambios estructurales para reconfigurar toda la economía. La desigualdad social se ha visto acentuada por la pandemia, ya que los vulnerables se vieron afectados de forma desproporcionada. Los últimos tiempos han demostrado que donde hay división social solemos encontrar dificultades geopolíticas. El aumento de la inflación, además de la inestabilidad climática y social, complica la tarea de los inversores.
Dicho esto, durante los últimos periodos de tensión en el mercado, el comportamiento de los índices ASG ha sido similar al de los índices de referencia tradicionales, a pesar de la gran volatilidad del sector energético. La razón principal es que muchos índices de referencia ASG están diseñados para que su rendimiento sea lo más parecido al de los índices de referencia tradicionales, sin dejar de sobreponderar los activos con altas calificaciones ASG. Aunque los productores de carbón pueden quedar excluidos de los índices ASG, la exposición a los valores energéticos es la misma que la de los índices tradicionales, ya que las empresas de energías renovables están sobreponderadas. En consecuencia, la discrepancia entre los índices ASG y los tradicionales es baja en cuanto a la exposición global por sectores y regiones.
Tiempo y preferencias
En nuestro reciente estudio sobre la asignación de activos para un mundo ASG se ofrece una orientación sobre lo diferentes que pueden ser los índices ASG y los tradicionales. Los inversores están acostumbrados a considerar el riesgo y la rentabilidad como las dos dimensiones que guían la asignación de activos. En nuestro informe, descubrimos que se necesitan dos elementos adicionales -el tiempo y las preferencias- para aumentar este proceso en el mundo de la inversión sostenible.
El elemento temporal se refiere a la duración de la transición ASG que está en marcha en la medida en que los gobiernos y las empresas promueven medidas regulatorias, nuevas tecnologías e inversiones para reducir la contaminación de acuerdo con los principios del Acuerdo de París y cumplir los objetivos de desarrollo sostenible relacionados con la responsabilidad social y la gobernanza.
El elemento de preferencia se refiere al peso que un inversor otorga a la prioridad de la sostenibilidad en una cartera de inversiones, ya sea por exigencias normativas o por los objetivos del inversor o de la organización y su consejo de administración. Para estos inversores, la cuestión radica en cómo optimizar las carteras para abordar el riesgo y la rentabilidad de forma simultánea con la ASG. El impacto depende en gran medida de la magnitud de las restricciones ASG.
Si las limitaciones son muy restrictivas y reducen considerablemente el universo invertible, los inversores deben aceptar carteras menos diversificadas y, por tanto, la rentabilidad ajustada al riesgo será menos favorable. Si las restricciones son menos vinculantes y permiten la exposición a los factores según los principales índices de referencia ASG, creemos que el impacto a largo plazo en el rendimiento de la inversión es mínimo y puede ser positivo a corto y medio plazo.
En concreto, los principales índices de referencia ASG están diseñados para igualar las exposiciones factoriales con los índices de referencia tradicionales, de modo que “tracking error” entre los índices de referencia ASG y los tradicionales es muy reducido.
¿Pero qué pasa con la inflación?
Durante décadas, algunos países han conseguido esquivar el impacto inflacionista del poder de negociación de la mano de obra mediante la subcontratación de mano de obra y producción en otras regiones, pero esa tendencia puede haber agotado su recorrido: las cadenas de suministro se han optimizado para las empresas que priorizan los bajos costes y los bajos inventarios.
Ahora bien, relocalización de la producción y la reconstitución de los inventarios ante las múltiples perturbaciones que sufren las cadenas de suministro son probablemente procesos plurianuales que contribuyen al aumento de los precios. La probabilidad de que la mano de obra se debilite en relación con el capital es baja, una dinámica que podría pesar algo en los márgenes de beneficio con el tiempo.
Asimismo, la política fiscal está desempeñando un papel mucho más sólido en la estabilización de la actividad económica, después de haber sido arrastrada por las políticas de austeridad desde la década de 1980. El estímulo aprobado en todo el mundo para mitigar los daños económicos de la recesión inducida por la COVID-19 fue dos veces superior al que se produjo tras la crisis financiera mundial. Esto puede servir de guía para una acción gubernamental más enérgica en el futuro.
El factor geopolítico añade otra faceta a esta tesis del aumento de la inflación, sobre todo a corto plazo, ya que la invasión de Rusia ha provocado un aumento (temporal) de los precios de las materias primas, sobre todo de la energía y los productos agrícolas. En el futuro, es probable que el almacenamiento (costoso) de productos esenciales se convierta en la norma.
En este entorno de mayor inflación, es probable que la correlación entre la renta variable y la renta fija sea positiva incluso en los mercados desarrollados, reduciendo así los beneficios de la diversificación, y tendremos que ofrecer soluciones más innovadoras para ayudar a los clientes a alcanzar sus objetivos de inversión.
ASG y empresas resilientes
Uno de los principales componentes de la inflación durante la crisis de la COVID-19 llegó de la mano del coste de los coches nuevos y usados. Más allá del efecto de los cierres iniciales de las fábricas, la producción de vehículos nuevos se retrasó porque los fabricantes de automóviles cancelaron todos los pedidos de componentes a principios de 2020, ya que esperaban que las ventas de coches se desplomaran durante el confinamiento. Según un estudio publicado por el Departamento de Comercio de EE.UU., el inventario medio de chips informáticos que tienen los consumidores -como los fabricantes de automóviles y de dispositivos médicos- cayó de 40 días en 2019 a menos de cinco en 2021.
En poco tiempo, los fabricantes de chips reconvirtieron sus líneas de producción para fabricar componentes para productos utilizados en oficinas y gimnasios domésticos, ya que la gente trabajaba cada vez más desde casa. Como consecuencia, la capacidad de producción de componentes para automóviles era escasa. Esto prácticamente detuvo la producción de automóviles en todo el mundo, lo que desencadenó la inflación, ya que la gente en muchas partes del mundo optó por comprar más coches para evitar el uso del transporte público.
El componente de gobernanza de los factores ASG incluye la necesidad de contar con empresas resistentes y capaces de adaptarse a las perturbaciones naturales y geopolíticas, en lugar de ser cada vez más austeras pero inflexibles. Creemos que esto es necesario no sólo para garantizar un rendimiento sostenible a largo plazo para los accionistas, sino también para crear condiciones sostenibles para todas las partes interesadas, incluidos los empleados, los clientes y las comunidades locales. En nuestra opinión, los acontecimientos de 2020-2022 han demostrado que no hay suficiente holgura en la estructura de las empresas para permitirles absorber los impactos de la naturaleza (por ejemplo, el aumento del nivel de los océanos o las pandemias) y de la acción humana (por ejemplo, las guerras).
Una mayor adhesión a los principios de sostenibilidad, en nuestra opinión, probablemente creará una economía más robusta.
Álvaro Cabeza, Country Head de UBS AM Iberia
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